viernes, 7 de noviembre de 2008

Dios mío, perdónalos porque no saben lo que dicen…




El "Consejo Ecuménico Cristiano de Argentina" se pronunció la semana pasada diciendo que 

"es imperativo redistribuir la riqueza para eliminar la pobreza…".  

Es una pena que aquellos que se llaman, a sí mismos, nuestros "guías espirituales" se salgan de su supuesta área de conocimiento y cometan el error de sugerir políticas públicas equivocadas que, lejos de lograr el objetivo buscado, preservan e incrementan la pobreza.
 
Solamente Dios puede aplicar una política de distribución de riqueza que alivie, temporalmente y sin consecuencias negativas, los efectos de la pobreza. Así fue como alimentó a aquella multitud mediante la multiplicación de los panes y los pescados.

Sus recomendaciones son tan ingenuas que rayan en irresponsables. Por ejemplo sugieren:
 "… promover la economía solidaria y comunitaria que valore e impulse el desarrollo del buen vivir, donde los excedentes no tengan un afán de lucro, sino el beneficio a los involucrados." 

No sorprende que esta recomendación provenga de aquellos que, precisamente, no crean riqueza sino que viven de la que otros crean y que, generosamente, se la entregan en la forma de una limosna.

 Desde esa perspectiva, es fácil y propio de fariseos condenar el "afán de lucro" pero, 
al mismo tiempo, beneficiarse del trabajo de los fieles.

 ¿O de dónde creen que provienen las limosnas? ¿De un "afán de lucro" o de un "afán de pobreza"?
 
Cada vez que los sacerdotes o pastores abandonan los temas espirituales para meterse a los temas político-económicos lo que generalmente meten es la pata. Repartir no es lo mismo que crear. Repartir es fácil. Crear riqueza no tanto. No darse cuenta que un proceso de expropiación arbitrario de la riqueza, para "redistribuirla", acaba con el incentivo de su creación es ingenuo y políticamente sesgado.  
 
 Puesto que nuestro Señor Jesucristo nunca promovió la redistribución de la riqueza, no se que andan haciendo estos señores promoviendo un mensaje equivocado. Promover la generosidad, el amor al prójimo y caridad personal es otra historia. Activistas políticos sobran. 

Lo que hace falta es un milagro para contar con verdaderos guías espirituales que cultiven nuestras virtudes.

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