.jpg)
Guardé en la memoria las palabras de Averroes, esas que dieron luz a mis días galénicos. A Hashem, que negué tantas veces como Alá quiso, le debo lo inescrutable del cuerpo perfectible y humano; a Hipócrates, mis riquezas sin soberbia.
Jamás dudé en devolver a Tu universo lo que a la terrible muerte ya pertenecía.
Conocí el perdón y el temor, dos caras de una misma moneda; la carne negra de los moros, un banquete para el aquelarre de las Santas Cruzadas, la fe sin razón o la razón sin fe, que es lo mismo; a miles de hombres que deseaban ir al cielo pero sin morir.
En el final de mis días ,como Demócrito, me arranqué los ojos de la duda y quemé las naves de mi Karma, pues cada vez que descubría los secretos de las creaturas, un lobo hambriento aparecía.
Con todo, discutí los dos Talmudes y fui hereje en mi tierra: fe y razón, anverso y reverso del pulgar de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario