Dicen que hace frío…
pero yo no lo siento.
Estamos en una iglesia.
El perfume de las flores se confunde con el incienso.
A lo lejos, los chicos juegan y ríen; despacito, como pidiendo permiso.
Cerca, un bebé llora. Vinieron todos. No falta nadie.
Siempre me gustó el aroma a incienso y la paz de los lugares sagrados.
El órgano empieza a sonar y la música los envuelve, los transporta.
Con las primeras palabras del cura estallan algunos sollozos.
¡Es tan raro!
Dicen que estoy muerto…
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