Descubrí que todo era un engaño cuando a mi jefe se le acabaron las pilas.
Al principio creí que había muerto,
pero justo entonces entraba el de mantenimiento con cuatro pilas nuevas
y se las cambió en un momento.
Gritó a aquel chico por haber tardado tanto y le hizo salir.
Luego me miró inquieto, en lo que entendí que era miedo a verse descubierto.
—¿No lo sabías? —me preguntó—.
¿Nunca lo sospechaste?
—No, claro que no.
¿Quién más sabe que eres un robot?
Me miró sonriendo,
como si mi ignorancia le divirtiera.
Se acercó hasta mí, y me apagó.
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