Cuando aprendemos algo nuevo o cuando formamos un recuerdo se producen cambios en nuestra corteza cerebral, cambios que no tienen lugar de manera inmediata sino que precisan de años para su consolidación. Necesitan tiempo y, también, la ayuda de algunas estructuras cerebrales subcorticales, cuyo papel consiste en reactivar continuamente las redes neuronales implicadas en el recuerdo: es como si nos ayudarán a repasar para consolidar el recuerdo y evitar que olvidemos. Se trata de un proceso de reverberación de naturaleza eléctrica dependiente de estructuras como el hipocampo o el tronco encefálico.
El hipocampo se ve afectado por el proceso de envejecimiento, por lo que con la edad suele aumentar la dificultad para almacenar nuevos recuerdos, aunque los ya almacenados se mantienen, ya que una vez que se ha almacenado el recuerdo, el papel del hipocampo se reduce de forma notable. Resulta curioso que esta estructura cerebral no se vea afectada por el envejecimiento en otras especies de mamíferos, como los monos o los roedores. Ello nos lleva a preguntarnos, si se trata de una coincidencia o del resultado de la selección natural y las presiones evolutivas que han favorecido un cerebro humano con un hipocampo afectado de cierto deterioro cognitivo que haga algo más complicada la adquisición de nuevos recuerdos. Los seres humanos dependemos en mayor medida que otras especies de moldes cognitivos previamente adquiridos, por lo que un cerebro humano al envejecer puede beneficiarse de una cierta moderación en la acumulación de nueva información que compita con los moldes existentes.
Se puede afirmar que, por regla general, tener más recuerdos no siempre es mejor. Desde el neuropsicólogo soviético Alexander Luriahasta su discípulo Goldberg, diversos investigadores en el campo del cerebro han apoyado la idea de que los errores de ésta son consecuencia de un sistema adaptado a las exigencias del entorno. Así, olvidar sería necesario para evitar que los numerosos detalles cotidianos dificulten la recuperación de experiencias importantes y debiliten la capacidad de la mente para hacer abstracciones. Pensar es olvidar lo concreto y sus diferencias, generalizar y abstraer. De hecho, no todos los recuerdos se ven afectados de la misma forma por el envejecimiento cognitivo, los recuerdos genéricos o abstractos resisten mucho mejor que los episódicos o concretos.
Luria estudió el caso de un periodista soviético, Shereshevsly, dotado de una memoria excepcional que le permitía recordar los detalles más insignificantes, tanto lo importante como lo vanal, aunque incapaz de olvidar. Con una memoria en la que todo eran detalles, era incapaz de pensar a un nivel abstracto, y se hallaba totalmente perdido cuando se trataba de comprender metáforas, sinónimos o poemas.
Jorge Luis Borges, en su cuento "Funes el memorioso", describió a Ireneo Funes, personaje de ficción también poseedor de una memoria tan prodigiosa que le impedía la más mínima generalización.
“Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez.”
“Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos."
Jorge Luis Borges (Funes el memorioso)
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