La historia del cántaro y la fuente

De tanto ir el cántaro a la fuente, acabaron por enamorarse.
Cada día, el cántaro más se llenaba de amor y, por consiguiente, menos de agua.
Su dueña, harta de tanto viaje para llevar a casa la misma agua
que antes en un ir y venir trasegaba,
terminó por montar en cólera y estrelló el cántaro contra un muro.
De las potables lágrimas de la enamorada nacería una oda hermosísima y triste
que aún cantan cada mañana las fuentes de todo el país,
para solaz de sus habitantes.
Sólo las personas, que tan poco tiempo tienen para escuchar a las fuentes,
han olvidado esta historia.
Apenas conservan de ella la expresión “amor destrozado” y un refrán,
siempre más práctico de usar según conveniencia.
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