sábado, 7 de marzo de 2009

Extraño placer...


La doctora se acercó libidinosa a la mesa de disecciones del Instituto Anatómico Forense. Voluptuosamente se desprendió de su delantal y quedó desnuda, 
hermosa y palpitante frente al cuerpo que descansaba sobre la mesa, 
cubierto con una sábana amarillenta. 

Verificó la etiqueta que colgaba de una de las manos exánimes y asintió satisfecha.
 Arrancó la manta y descubrió el cuerpo también desnudo del cadáver.

 Lo bañó con vaselina y saltó sobre él con salvajismo. 
El olor a formol la excitaba cada vez más. 
Gemía como un animal embravecido. 
Junto con el feroz orgasmo, 
él regresó a la vida y clavó sus colmillos en la yugular de la legista.
 
Y murieron y vivieron felices para siempre.

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