sábado, 7 de marzo de 2009

Simplemente esperar ...


Saben la historia que se esconde bajo los muros de una ciudad. 
Cada anécdota revela por sí sola un mundo. 
Ubican una columna y si se recostó en ella un conquistador o un profeta,
es una historia.
 
Son como sombras serviles datando tumbas 
y elaboradas teorías sobre los sucesos ocurridos. 

Tienen nombres pero los llaman por el título como si les dieran importancia 
pero en realidad nadie los recuerda. 

La ciudad permanece, 
el resto va y viene en el tiempo que aquí toma un suspiro. 

Una cara en la piedra puede resultar familiar si 
se remonta cincuenta generaciones hacia atrás. 

Añoran como premio a tantos desvelos que sus cráneos blancos 
y puros sean exhibidos alguna vez e imaginen sus vidas 
y tejan historias sobre ellos. 

Solo hay que esperar.
 Aquí para ser tomado en cuenta,
 hace falta tener como mínimo dos mil años.

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