jueves, 25 de junio de 2009

“Triada de Mykerinos”


La Triada de Mykerinos, IV Dinastía

“Triada de Mykerinos”, anónimo de la IV Dinastía (2900-2750 a.C) ; altorrelieve egipcio realizado en pizarra; Museo del Cairo, Egipto.

Mientras en Europa Occidental se vivía en la prehistoria, entorno al valle del Nilo, en Egipto, se inicia el desarrollo de una cultura histórica de gran importancia y muy evolucionada: la cultura egipcia.

Hemos de tener en cuenta que hacia el año 3000 a.C encontramos en Egipto una sociedad que, volcada en la agricultura, está sumamente condicionada a las crecidas del Nilo; está organizada entorno a unas formas de autoridad que aseguran la organización de la comunidad. Nos encontramos ante una sociedad estratificada donde la persona del faraón es el supremo gobernante e hijo de los dioses (cuando no es considerado una deidad en sí mismo).

En este contexto se encuadran las manifestaciones del arte egipcio, es ante todo un arte asociado al poder y, sobretodo, a la religiosidad.

La sociedad Egipcia no sólo se caracterizó por sus pirámides y templos, sino por la calidad de sus logros escultóricos.

En la producción escultórica junto a las obras de bulto redondo, abundan los relieves, destinados fundamentalmente a decorar los muros de los edificios, siendo éste el caso de la obra que comentamos y que formó parte de un conjunto compuesto por cuarenta y ocho relieves que se encontraban en el templo funerario de Mykerinos, todos semejantes, en los que se representa al faraón flanqueado por la diosa Hathor y las deidades locales o personificaciones de las diferentes provincias de Egipto, nomo.

Esta pieza en concreto nos muestra al rey Mykerinos en el centro de la composición, vestido con faldellín plisado, barba postiza y con la corona blanca del alto Egipto.

A un lado la diosa Hathor, tocada por el disco solar entre los dos cuernos que la identifican. Al otro Kynópolis, un nomo, identificable por el símbolo de su provincia y que está sobre su cabeza.

Las manos de ambas deidades se apoyan delicadamente en los brazos del rey simbolizando así su apoyo divino hacia el gobernante.

La pierna izquierda del monarca se adelanta, avanza, éste acto esconde un simbolismo, dado que es la “pierna de la buena suerte” para los egipcios.

Las figuras miran hacia el frente, hacia la eternidad.

En este relieve se pueden observar las características propias de la escultura egipcia, así observamos el canon de los 18 puños, canon de belleza ideal y proporción de los egipcios según el cual la figura se divide en 18 puños (2 en el rostro + 10 desde los hombros hasta la rodilla + 6 para las piernas y los pies); y la ley de frontalidad, consistente en representar recta la línea de los hombros y las caderas, lo que permite dividir verticalmente la figura en dos partes que se solapan sin desviarse del eje central.

Una tercera característica del arte egipcio y que únicamente afecta al relieve y a la pintura es lo que se conoce como visión rectilínea, consistente en mostrar el ojo y el tronco de frente mientras que la cabeza y las piernas lo hacen de perfil. Esta característica del arte egipcio no se da en esta obra debido al marcado volumen con que se tratan las figuras, estando más cercano su trabajo al bulto redondo que al relieve.

Finalmente comentar que en el arte egipcio todas las imágenes son hieráticas, mostrándose una mayor de libertad de movimiento en las escenas civiles, debemos comentar también que en el Nuevo Imperio encontramos algunas excepciones donde se representan efigies de faraones sonriendo.

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