Anoche tu sueño
tardó en arrullarte,
en sombras, risueño
jugó hasta muy tarde.
Cerraste los ojos,
fuiste contando ovejas
y feroces lobos,
y abuelas muy viejas.
Tras de tu cortina
toda una fortuna,
en plata divina,
cuernitos de luna.
Lunita de trapo,
como un balancín,
¡Arriba y abajo!
Meciéndome a tí.
La luna seguía
el mismo compás
y, al fin, te dormías
de tanto arrullar.
En suave vaivén
te dejé en tu cama.
-¡¡Qué duermas muy bien!!
Yo vuelvo mañana.
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