sábado, 11 de julio de 2009

El lado oscuro del Universo


El estudio de los cúmulos de galaxias nos ofrece una visión sorprendente
del comportamiento de la materia oscura.

Se compone de algún tipo de partícula que no interactúa con ninguna otra,
es decir,
es completamente idetectable más allá de su efecto gravitatorio.

Una especie de sombra de la materia ordinaria,

¿ o quizás es al contrario?

Cuando Fritz Zwicky, el 1933, observó las velocidades de las galaxias
en el cúmulo de Coma (la Cabellera de Berenice) no podía entender
como aquella rica concentración de galaxias se mantenía unida.

La media de las velocidades de las galaxias respecto al centro de masas
del cúmulo superaba los 1000 Km/s.

La masa necesaria para mantener estable el cúmulo habría de ser,
según sus cálculos, muy superior a la masa correspondiente
a las galaxias que lo forman.

Dicho de otra forma, el campo gravitatorio generado unicamente por las galaxias no era, en absoluto, suficiente para evitar que se disgregaran por el espacio.

El hecho de que el cúmulo se mantuviera gravitacionalmente ligado implicaba
la necesidad de postular la existencia
de una gran cantidad de materia oculta.

Esta matería que se mantenía invisible al telescopio de 48 pulgadas
de Monte Palomar con el cual Zwicky observaba el cúmulo podría existir en forma de estrellas frías o polvo y detectarla nada más sería posible con el posterior desarrollo de telescopios infrarrojos.

Quizás la materia escondida podría estar en forma de gas muy caliente que emitiría en rayos X y que podría ser detectada mediante telescopios especiales que observaran el cúmulo en aquellas longitudes de onda desde fuera de la atmósfera.

Ambas observaciones se hicieron mucho después
de los trabajos pioneros de Zwicky.

En la década de 1980 se pudo comprobar que la mayor parte de materia
ordinaria de un cúmulo está en forma de gas caliente con temperaturas
de decenas de millones de grados.

A estas temperaturas los átomos que componen el gas han perdido
los electrones, decimos que están ionizados.

Los electrones circulan a gran velocidad en un medio que llamamos plasma, cuando chocan con los iones sufren una frenada que se salda con la emisión de un fotón muy energético y se produce radiación
en la banda X del espectro electromagnético.

Al observar un cúmulo de galaxias con un telescopio de rayos X desde el espacio, la imagen es muy diferente de la que se obtiene con un telescopio óptico.

Se detectan extensas y difusas áreas de emisión de rayos X producidos por nubes de gas caliente atrapadas en el interior del cúmulo.

El estudio de la temperatura e intensidad de esta radiación permite
determinar la masa del cúmulo:
una masa total unas cuatro veces superior a la masa luminosa del cúmulo.

Poniendo números, podemos decir que el gas caliente que emite rayos X representa el 20% de la masa del cúmulo y las galaxias que observamos
en el óptico e infrarrojos constituyen un 5% más.

El 75% restante ha de ser materia oscura de naturaleza desconocida.

Hay una tercera vía para medir la cantidad de materia
en un cúmulo de galaxias.

Desde que Einstein lo propuso y Eddington lo comprobó experimentalmente, sabemos que la presencia de materia no sólo curva la trayectoria de los cuerpos en movimiento (por acción de la gravedad) sino que también hace curvar
la trayectoria de los rayos de luz.

Así se producen una serie de efectos peculiares:
hay objetos que aparentemente cambian de posición a causa de la curvatura
de la luz emitida por ellos, cambian de luminosidad aparente,
y hasta padecen deformaciones en su forma.

Estos cambios y deformaciones son más notorios cuando mayor
es la cantidad de materia que la luz ha de atravesar.

En un caso extremo, como es el de un cúmulo de galaxias, las deformaciones son muy fuertes, y perceptibles en imágenes realizadas con grandes telescopios, y en particular, con el telescopio espacial Hubble.


Si el cúmulo fuera una distribución extremadamente suave de materia,
sin grumos, actuaría como una lente perfecta y produciría aumentos
o distorsiones simples, pero como en realidad es extremadamente
no homogeneo, el efecto se parece al que se produce cuando observamos
a través de la base de un vaso de vidrio: aparecen arcos y deformaciones.

Cuantificando este efecto, por ejemplo a través del número de arcos,
las posiciones de estos, o el número de imágenes múltiples del mismo objeto, podemos medir la cantidad de materia que contiene el cúmulo.

Recientemente ha sido posible combinar todos estos tipos de medidas
en un cúmulo muy interesante: el cúmulo de la Bala.

Este cúmulo se compone en realidad de dos estructuras de galaxias,
que aparentemente han chocado.

Los dos grupos de galaxias se han atravesado, porque hace falta tener
en cuenta que los cúmulos,
aunque son muy densos en términos de número de galaxias,
son en gran medida espacio vacío:
dos cúmulos pueden perfectamente atravesarse sin que cada
de las galaxias individuales choque.

Así vemos que las dos agrupaciones de galaxias parecen ignorarse mútuamente, de hecho sólo podemos suponer que se han atravesado porque las respectivas velocidades indican que se alejan el uno del otro.

La componente gaseosa de los cúmulos, en cambio,
no se puede atravesar alegremente.

Cada uno arrastra su propio gas,
y el choque entre estas dos bolas de fluido reproduce
precisamente lo que esperamos.

Ambos se atraviesan pero notan fuertemente los efectos de la colisión:
pierden velocidad y además en uno de ellos aparecen estructuras
debidas a la onda de choque.

¿Donde va, pues, la mayor parte de la masa del cúmulo?

¿Se comporta como el gas, percibe el choque,
y se queda detrás respecto a las galaxias que se atraviesan como fantasmas?

El mapa de densidad de materia obtenido gracias a este efecto de lente gravitatoria nos indica que, al contrario, la materia oscura que no vemos ha seguido perfectamente la trayectoria de las galaxias.

Es decir, cada uno de los agregados de materia oscura
(el 75% de la masa total del cúmulo) no ha sentido en absoluto la presencia
del otro.

Esta es, de hecho, una de las propiedades básicas de la materia oscura,
una de las pocas bien establecidas, y una de las más misteriosas.

La materia oscura se compone de algún tipo de partícula que no interactúa
con ninguna otra, es decir, es completamente idetectable más allá
de su efecto gravitatorio.

No hay hoy en día dentro del modelo estandard de la materia
que compone el universo partículas que cumplan esa propiedad.

Hay esperanzas que ampliaciones de este modelo puedan llevar
al descubrimiento de este tipo de partículas
(los axiones o las partículas supersimétricas son algunos de los candidatos), pero tendremos que esperar a nuevos desarrollos en física de partículas.

Quizás el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) en Ginebra
nos acerque un paso en la solución de este dilema.

Explicación sobre la imagen del cúmulo de Bala.

Superpuesto a la imagen visible se incluye el mapa de emisión
del gas caliente (rosa) y el mapa de densidad de materia obtenido
usando el efecto de lente gravitatoria (azul).

Se puede observar como el gas caliente ha sufrido
los efectos de la colisión, mientras que la fantasmagórica materia oscura
ha seguido su camino sin inmutarse.


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