miércoles, 28 de octubre de 2009

Del miedo al amor en sólo un parásito

Recuerdo estar hablando con un compañero sobre cómo algunos parásitos

son capaces de manipular el comportamiento de sus huéspedes,

y citar el ejemplo del toxoplasma, que cuando infecta a un ratón

hace que pierda el miedo a los gatos.

“No me lo creo!” contestó tajantemente.

Le expliqué que unos investigadores ingleses pusieron varios ratones en un recinto donde había rincones con orín de gato, y comprobaron que los ratones no parasitados huían
al notar el olor, mientras que los infectados por toxoplasma pasaban como si nada,
incluso algunos se dirigían adrede hacia ese lugar.

“Esto es muy extraño…” continuaba replicando mi incrédulo amigo.

Resulta que el toxoplasma es un parásito que sólo se reproduce en el sistema
digestivo de los gatos, pero para completar su ciclo de vida necesita crecer en
el cuerpo de otros los animales.

Cuando parasita a un ratón, viaja a su cerebro y transforma el miedo específico
a los felinos en atracción. Hace que se dejen cazar, y así accede de nuevo a los intestigos
del gato.

“¿pero cómo pueden perder el miedo, así de golpe?

¿qué pasa en el cerebro del ratón?”

Reconocí que no tenía ni idea,
con lo que mi amigo se quedó pensando que eso era una patraña,
y yo con ciertas dudas.

Entonces revisé el artículo donde se había publicado la investigación,
y aunque parecía serio, efectivamente no proponía ningún mecanismo acerca de cómo
el toxoplasma lograba convertir el temor de los ratones en una atracción suicida.

También releí el artículo de Scientific American escrito por Robert Sapolsky
donde originalmente descubrí este comportamiento inverosímil.
Y nada, tampoco indicaba qué ocurría en el cerebro de los roedores.

La respuesta ha llegado esta misma tarde, en una de las casualidades
más inesperadas que he vivido últimamente:

Robert Sapolsky empezaba su artículo del 2003 diciendo que se encontraba
en el congreso anual de la Sociedad de Neurociencia,
y que de las 14000 presentaciones científicas que había,
se cruzó con un poster que llamó su atención.

Era justamente el de los investigadores ingleses y la pérdida de miedo de los ratones.

Yo hoy mismo estaba paseando por la sesión de pósters del congreso de la Sociedad de Neurociencia que este año se celebra en Washington DC
(mucho más interesante que la cumbre del G-20), y de repente me he encontrado...
un trabajo que explicaba el mecanismo fisiológico por el que actuaba el toxoplasma!

Pero lo más curioso: lo presentaba Patrick House, un investigador del laboratorio
de Sapolsky en la Universidad de Stanford.

Le he contado la historia y sin vacilar ha reconocido que “Robert llegó impactado.

Él trabaja en neurofisiología del estrés,
y dijo que teníamos que entender qué hacía el toxoplasma en el cerebro de los ratones”.

5 años después, parece que se cierra el ciclo.
Patrick me ha explicado que el toxoplasma afecta a la segregación de una hormona relacionada con el estrés llamada corticosterona.

Cuando exponían ratones sanos a orín de gato, sus niveles de corticosterona aumentaban generando una reacción de estrés y de miedo.
Sin embargo, en los ratones parasitados no se apreciaba ningún cambio.
Además, habían observado una mayor actividad cerebral en las áreas relacionadas
con la atracción, una respuesta equivalente a cuando se les presentaba olor de ratón hembra.

Patrick House sugiere que la atracción y el miedo podrían estar mucho más relacionados fisiológicamente de lo que podemos pensar.

Le he preguntado si el toxoplasma, un parásito que casi todos tenemos enquistado
de manera inofensiva dentro de nuestro cuerpo, tenía algún efecto en los humanos.

Me ha contestado que ciertos estudios lo relacionaban con la esquizofrenia,
las conductas arriesgadas, el incremento de testosterona en hombres y la promiscuidad
en mujeres, pero ha matizado que se trata de investigaciones con muestras muy pequeñas.

Ni mucho menos hay nada confirmado.

Actualmente su equipo está analizando el genoma del toxoplasma, ya que han descubierto
que posee genes que codifican moléculas análogas de neurotransmisores,
hecho que explicaría su capacidad de manipular la mente de los ratones.

Hay muchos ejemplos de parásitos que modifican a conveniencia el comportamiento
de sus huéspedes, pero todavía no se ha encontrado ninguno que afecte a los humanos.

Patrick cree que es cuestión de tiempo…

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