jueves, 22 de octubre de 2009

dos cuentos cortos...


Pálido, con la órbita vaciada por el disparo, el duelista cayó exánime.
Bajo la persistente nube de pólvora,
el médico que lo revisó certificó que había muerto al instante.

Mientras el enlutado cortejo suspiraba,
el astuto testigo del muerto adujo ante el tribunal la comisión
de tan graves transgresiones al Código de Honor que se terminó acordando
la nulidad del duelo.

Se levantó pues el muerto de su grotesco decúbito y se reinició la ceremonia,
pero claro, medio ciego como estaba cayó esta vez fulminado por un balazo en el pecho,
bajo las estrellas afligidas.

Hace exactamente tres años recibí un sobre con un folleto de publicidad
donde se me ofrecía aprender éuscaro en tres meses.

Esto, desde ya, no es demasiado digno de recordarse,
pero lo que sí llamó mi atención es que en la estampilla del sobre aparecía
el perfil medallesco de un hombre:
era yo.Debajo, entre paréntesis, figuraba mi nombre y apellido completo,
el año de mi nacimiento y el de mi muerte 1998.

Hace casi once años que yo debiera haber muerto.

El Correo anda cada día peor.

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