miércoles, 14 de octubre de 2009

Nada del otro Mundo ...

Los mellizos “Jim” (Jim Lewis y Jim Springer) fueron estudiados allá por los años 80. Y se descubrió algo sorprendente:

a pesar de que habían sido separados desde pequeños, sus vidas habían sido prácticamente paralelas…

Ambos se habían casado con mujeres que se llamaban Linda.
Después, se habían divorciado.
Y los dos, después, se casaron con mujeres que se llamaban Betty.
Los dos tenían un hijo llamado James Alan y perros que se llamaban Toy, fumaban cigarrillos Salem y tenían un Chevrolet.

Además, trabajaban de ayudantes de sheriff,
se comían las uñas y tenían en su jardín bancos circulares blancos alrededor
de los árboles.

Compartían, por último, jaquecas desde los dieciocho años
y amagos de infarto desde los cuarenta.
Incluso se supo que habían adelgazado y engordado al mismo tiempo…

Las semejanzas de los “Jim” eran impresionantes y fueron utilizadas
como argumento por muchos investigadores partidarios
de que los genes gobiernan nuestra conducta.

Aducían que si dos gemelos mellizos criados por separado actuaban
de modo tan similar era porque al tener los genes idénticos
su naturaleza les llevaba a hacer las mismas cosas.

Esto parecía un argumento a favor de la decisiva influencia de la genética
en nuestras vidas.

Viendo las vidas paralelas que habían seguido los “Jim”,
parecía claro que los genes deciden hasta el nombre que va a tener
la persona de la que nos enamoramos…

Arrasmith2.jpg


El argumento de los mellizos con vidas idénticas parecía irrefutable hasta que a alguien se le ocurrió probar a hacer la misma comparación vital con personas que no compartían genes.

Y así encontraron a dos personas que no tenían nada que ver llamadas Patricia Ann Campbell, nacidas el 13 de Marzo de 1941 en diferentes estados y sin ninguna ligazón familiar.

A pesar de ser completamente ajenas, estas dos Patricias eran hijas de señores llamados Robert, trabajaban como tenedoras de libros, habían estudiado cosmética, eran aficionadas a la pintura al óleo y se habían casado con militares con 11 días de diferencia entre una boda y otra.

Conclusión: la genética, probablemente, sólo nos da un potencial que luego el ambiente irá moldeando. Es difícil ver la influencia de la genética en actos tan concretos como la elección del nombre de nuestra pareja…

Pero eso sí, estas investigaciones nos ayudan a descubrir que, en el fondo,

no somos nada originales, aunque nos guste ignorarlo.


Arrasmith1.jpg

Todos nos parecemos un poco y, si escogemos dos personas al azar,
veremos que hay en sus vidas muchos actos similares.

Porque tampoco es tan raro nacer un 13 de Marzo,

tener un perro que se llama Toy,

estudiar cosmética o tener en el jardín bancos circulares de color blanco.

No somos nadie.

Y es bueno saberlo:

aumenta nuestra tolerancia al fracaso.

by.elhabitatdelunicornio

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