miércoles, 11 de agosto de 2010

Caminan juntos.

Cuando el hombre salió aquella mañana a la calle se encontró con que la serpiente que vivía a la vuelta de su choza no acertaba hacia dónde dirigir sus pasos.

¿Por dónde es el camino?, preguntó ella.

Se supone que eso tendría que habértelo preguntado yo,

que eres la poseedora del conocimiento,

le respondió el hombre.

Pues no siempre.

Hoy mismo me he desovillado confusa y por eso te pregunto a ti,

que tanto me buscas,

insistió el saurio.

Pues mira, tampoco estoy muy seguro,

pero si quieres, vamos juntos a encontrarlo,

añadió el vecino por ver si la idea de caminar con un humano

no le agradaba a la serpiente y así se la quitaba de encima.

La serpiente, sorprendida de que alguien se mostrara afable con ella, dejó de reptar dubitativa, se irguió todo tiesa y con mirada ladina

y seductora como de costumbre,

no exenta de cierta pizca de dulzura, le dijo:

De acuerdo.

Puesto que tú me llevas incorporada a ti desde hace tiempo

y yo me enrosco en tu interior todas las noches cuando duermes, pongámonos en marcha.

Nadie lo observó,

pero la mirada del hombre se clavó en la zona más profunda y alejada de los ojos de la serpiente.

Y, desde entonces, caminan juntos.

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