Atado al silencio olvidé,
olvidé que las calles
se me hicieron grises cuando vagué por ellas,
que el salto y el grito se quedaron guardados
en bocas contorneadas de sombra.
Olvidé el bostezo y los ruidos y las tazas,
olvidé mi sombra,
...olvidé
otro día mi cabeza.
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