Un segundo antes, el vacio se apodera de la escena, la frialdad se percibe como un halo perpetuo cuando las nubes amenazan tormenta.
El tiempo parece detenerse pero no es así.
Un segundo después, unos pasos vigorosos y apresurados dan vida a una escena casi inerte.
La prisa por llegar a refugio hace que el tiempo caduque visceralmente.
Un segundo más tarde, el vacio vuelve a ser dueño de todo.
Y esa frialdad que se rompió efímeramente por el calor humano,
vuelve a reinar en un mundo donde los recuerdos solo son una sugestión entre el deseo y la esencia efímera de un instante.
Somos simplemente levedad.
Foto: Juan Puerta-Chile
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