miércoles, 2 de febrero de 2011

Un café....



Breve.
Brevemente, alguna vez se cuela el hechizo de la eternidad,
 atraído por los desvaríos de un desgano.

Los dedos se empeñan en el embeleso del ocio, jugando, acariciando, sobando el sobrecito de azúcar que en su reverso lleva un poema
 que solo leen las moscas.

Hay un deleite secreto en la morosidad de ver la propia ruina entre gente, muchedumbre aplicada a la nada, mientras uno esta ajustado al rol de espectador lacónico.

Ahora, precisamente, una mosca se ha parado
 sobre una metafora azulina.

Hasta hace un momento lo había hecho sobre el cuello 
de una dama gorda y sola.

Ella, con el escueto ademan del instinto mecánico
la aparto.

La metáfora consuela el despecho de la mosca,
 pero hacen falta miles de reparaciones para otras tantas
 miles de lágrimas que derrama mi pobre mosca.

- No fue posible tu seducción callada, angelito aéreo, angelito feo, desacreditado milagro que aterrizaste amorosamente sobre un cuello inclemente y abandonado.-

Al final de los días, en la minuciosa contabilidad de las perdidas,
 alguien computara a la Sra. por derramar soledad de besos perdidos, y sortilegios de borrosas caricias.

Y se recordara también en la magia de lo justo e imborrable,
 la metáfora manoseada, las innumerables lágrimas y el lacónico espectador, todos reunidos para siempre en un karma sucinto de bar.



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