lunes, 30 de mayo de 2011

Almas enojadas...


El Vaticano decidió que el limbo dejaba de existir y los ángeles lo desalojaron 
con lenguas de fuego.

Varios niños lograron colarse en el cielo y acamparon sobre las nubes.

Cuando Él murió, 
San Pedro giró la llave para dejarle pasar,
 pero las puertas del Paraíso no se abrieron.

 Los pequeños habían llamado a un cerrajero.



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