Las dos entran en el portal, escondiéndose de la luz de la luna.
Solo unos minutos antes, David la había acompañado hasta la Plaza
y se había despedido con un beso:
“Hoy no te llevo a casa, que mañana me levanto temprano”.
Ella no insistió.
Marcó el número y dijo:
“Ya se ha ido. Voy para allá”.
Cuando se encontraron, se abalanzaron la una sobre la otra.
Se besaron, se tocaron, juntaron sus cuerpos como en un espejo.
Cuando empezó a amanecer, se separaron.
Ella llamó a David para desearle buenos días.

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