La pregunta que titula a ésta entrada ha sido una de las grandes incógnitas de la humanidad.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre
se ha hecho múltiples preguntas sobre
el origen y sentido de la vida.
Muchas de ellas quedan incluidas por
su propia naturaleza en el ámbito
de la Religión o la Filosofía, pero existe una cuestión sobre la que recientemente se ha logrado un consenso científico:
Existen infinidad de planetas extrasolares que progresivamente se están descubriendo, y un buen puñado de ellos reúne las condiciones
de habitabilidad necesarias para hacer surgir la vida
(al menos tal y como la conocemos).
Así que la conclusión es evidente:
Las probabilidades de que hayan podido surgir otras formas formas de vida en exoplanetas distribuidos
por la inmensidad del Universo son muy elevadas.
Hasta hace relativamente poco tiempo, los científicos creían que la formación de planetas en torno a una estrella era un hecho astronómico
de carácter excepcional.
Sin embargo, el problema radicaba en que no disponíamos de los métodos necesarios para poder detectarlos.
Desde que en 1992 se descubrió el primer planeta extrasolar,
su número no ha parado de crecer:
Se han confirmado más de 500 cuerpos planetarios que orbitan en torno
a una estrella, y ésta cifra aumenta día tras día.
En tan sólo 4 meses, el telescopio espacial Kepler, cuya principal misión
es la búsqueda de planetas habitables
ha detectado más de 1000 potenciales candidatos.
Los métodos utilizados por los astrónomos para lograr dicha detección
son fundamentalmente dos:
La velocidad radial de la luz de las estrellas, y el tránsito astronómico
que se produce cuando un planeta pasa por delante de una estrella.
Ambos eventos inciden en la velocidad e intensidad de la luz que se recibe
de dicho cuerpo, permitiendo la detección del planeta y la determinación
de algunas de sus características.
En éste diagrama podemos observar cómo la intensidad de luz que se recibe de ambos cuerpos celestes varía en el momento en que
se produce un tránsito astronómico.
Esta técnica permite a los astrónomos ser capaces de detectar planetas extrasolares, así como su masa y ubicación.
La mayor parte de los planetas descubiertos hasta el momento son gigantes gaseosos, situados en órbitas alejadas de sus estrellas.
Ello es debido a que por sus características son los más fáciles de detectar.
Sin embargo, gracias a los nuevos métodos de observación se empiezan
a descubrir planetas terrestres de un tamaño similar al nuestro,
que en función de su posición podrían ser aptos para albergar vida.
De los 1235 candidatos a planetas detectados por la misión Kepler,
hay 68 con un tamaño similar a la Tierra, y otros 54 se encuentran situados
a la distancia de su estrella necesaria para albergar agua en estado líquido.
5 de éstos cuerpos extrasolares comparten ambas características.
De los planetas detectados, el más famoso de todos es el nomenclado cómo Gliese 581g, que hace unos meses saltó a los medios de comunicación
por ser el más parecido a nuestra Tierra descubierto hasta la fecha.
Se encuentra en la mitad de la zona habitable de su estrella,
tiene unas 3 veces la masa de nuestro planeta, y su gravedad
es prácticamente similar a la de la Tierra, lo que le permitiría retener
una atmósfera que provocase un efecto invernadero y elevase la temperatura de la superficie terrestre, al igual que ocurre en nuestro planeta.
También ha sido especialmente llamativo el reciente descubrimiento
del telescopio espacial Kepler de 6 planetas que giran en torno a una estrella de tamaño similar a la del sol.
Se estima que con los métodos de observación actuales podremos llegar
a detectar más de un millón de exoplanetas.
Representación gráfica de la ubicación del planeta Gliese 581 con respecto
a su estrella, y comparación con la ubicación de los planetas que conforman nuestro Sistema solar.
La franja azul es la zona de habitabilidad de ambos sistemas,
en los que el agua puede encontrarse en estado líquido.
Pero, ¿Qué tipo de vida extraterrestre nos encontraremos?
Todo lo que se puede sugerir son hipótesis, formuladas por la reciente ciencia de la astrobiología (que jocosamente es definida por la comunidad científica como la ciencia de las cosas que no existen).
La vida tal y como la conocemos requiere de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo, así como agua en estado líquido donde puedan reaccionar dichos elementos.
Cualquier cuerpo celeste que reuna éstos elementos, y que cuente
con una temperatura y presión similares a los de la Tierra, podría desarrollar formas de vida unicelulares que progresivamente fuesen evolucionando a organismos más complejos.
Sin embargo, hay que tener presente que existe la posibilidad de que haya otras formas de vida basadas en otros elementos, y que puede que no necesiten las mismas condiciones para su desarrollo.
Recientemente, la NASA descubrió una bacteria capaz de sobrevivir
en arsénico, compuesto químico venenoso para cualquier otra forma
de vida conocida.
También hay que tener en cuenta la existencia de bacterias que son capaces de sobrevivir en condiciones extremas, las denominadas formas de vida extremófilas, y de las cuales se sospecha su posible existencia incluso
en algunos cuerpos de nuestro sistema solar.
Si la vida ha sido capaz de evolucionar en nuestro planeta de la forma que muestra éste divertido video,
parece lógico pensar que pueda haberse desarrollado de la misma o de diferentes formas en otros cuerpos
que ofrezcan unas características similares a nuestra tierra.
Aunque no contengan Homers.
En cualquier caso, lo más probable es que encontremos formas de vida sencillas, de carácter unicelular o pluricelular.
No hay que descartar sin embargo la posibilidad de que a partir de ellas hayan evolucionado otras formas de vida inteligentes o tecnológicamente avanzadas como la nuestra.
A pesar de las condiciones absolutamente excepcionales que permitieron nuestra evolución a lo largo de casi 5.000 millones de años, la inmensidad
de nuestro Universo hace suponer la posibilidad de que desarrollos similares hayan tenido lugar en otros exoplanetas.
Nuestra exploración espacial no llega a los 60 años de antiguedad,
una miseria de tiempo hablando en términos "Galácticos".
También se ha especulado con la posibilidad de que existan formas de vida superiores a nosotros de las que ni siquiera podamos tener consciencia
de su presencia, al igual que una ameba no puede imaginar la existencia
del ser humano, si bien éstas hipótesis son más propias del terreno
de la ciencia ficción.
El descubrimiento de cualquier forma de vida alienigena - ya fuese en forma de una sencilla bacteria o de un hombrecillo verde -, sería sin duda uno de los mayores descubrimientos de la historia de la humanidad.
Parece que vamos en la senda correcta, y las principales misiones
de las agencias espaciales se están enfocando en ésta dirección.
Incluso un comité de prestigiosos científicos ha realizado una escala para valorar las consecuencias e impacto que tendría en nuestra sociedad
el descubrimiento de vida extraterrestre.
Nos toca por tanto esperar que en los próximos años o décadas se anuncie
el esperadísimo hallazgo.
Algunos incluso están tomando iniciativas más activas:
Unos astrónomos ucranianos han enviado un mensaje de saludo en dirección al ya mencionado planeta Gliese 581 g,
que debería llegar a su destinatario en 2029.
La eventual respuesta nos llegaría como pronto en el año 2069.
¿Estaremos preparados para oírla?
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