__Pibe, tenés un cigarrillo?
–me dice mientras se sienta en el mismo banco de la plaza en donde estoy haciendo tiempo.
__Son verdes –le digo extendiéndole un mentolado.
__Da igual, ya te habrás dado cuenta de que no tengo pretensiones.
Miro las costras de mugre en su cuello y los harapos que lo visten.
Lleva unos pantalones tres tallas más grandes sostenidos por un cinturón raído, un sobretodo viejo que cubre su cuerpo flaco y en sus pies, unos botines sin cordones.
No me asustan los linyeras; en el fondo, un poco más limpio y con ropa más presentable, yo también lo soy.
No me asustan los linyeras; en el fondo, un poco más limpio y con ropa más presentable, yo también lo soy.
__Ab uno discunt omnes...
__Perdón?
__ Es latín, pibe –me dice sin quitarse el cigarrillo de la boca, el humo le nubla la vista.
Sonríe y luego agrega- Es una ampolla en los talones, como esas llagas que te sacan los zapatos nuevos, viste?
Me mira a los ojos (más allá de mis ojos, creo yo) y continúa su discurso
___No hace falta descalzarse para ver cuan grande son.
Se sabe que están allí, en carne viva y que dolerán a cada paso que demos.
No digo nada.
Yo también encendí un cigarrillo y lo fumo lentamente acompañando su monólogo.
__Te cuento un secreto?
Cuando tenía tu edad yo también tuve familia y hasta un empleo respetable. Hacía corretajes.
Pero es difícil seguir la farsa cuando nada te llena. Accipere quam facere praestat iniuriam -cita nuevamente en latín y agrega
Pero es difícil seguir la farsa cuando nada te llena. Accipere quam facere praestat iniuriam -cita nuevamente en latín y agrega
-Todo eso es una mentira, un llamado desesperado, el estéril manotón de aquel que se ahoga y presintiendo su horrendo final, intenta aferrarse al aire, buscando asirse de una firmeza inexistente.
Es el grito de terror en medio de la noche, irracional y vano, un alarido preñado por la certeza de saber que nuestra hora está próxima, que nada de lo que hagamos puede cambiar nuestra sensación de vacío.
Es el grito de terror en medio de la noche, irracional y vano, un alarido preñado por la certeza de saber que nuestra hora está próxima, que nada de lo que hagamos puede cambiar nuestra sensación de vacío.
Tira la colilla y se levanta con dificultad.
Vuelve a mirarme -esta vez con lástima- para decir sus últimas palabras
__Y vos, cuánto más vas a aguantar, eh?
Porque en el fondo también sabés que la estúpida vida es una grotesca puesta en escena.
Lo miro, qué más puedo agregar?
Es cuando lo veo llegar.
Se me acerca y me dice
Lo miro, qué más puedo agregar?
Es cuando lo veo llegar.
Se me acerca y me dice
__Pibe, tenés un cigarrillo?
__Son verdes –le digo extendiéndole un mentolado.
Espero que se siente en el banco a platicarme pero toma el cilindro de tabaco y sigue su camino sin siquiera darme las gracias.
vía: después te explico
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