domingo, 21 de agosto de 2011

El Linyera.


__Pibe, tenés un cigarrillo?

–me dice mientras se sienta en el mismo banco de la plaza en donde estoy haciendo tiempo.

__Son verdes –le digo extendiéndole un mentolado. 

__Da igual, ya te habrás dado cuenta de que no tengo pretensiones. 

Miro las costras de mugre en su cuello y los harapos que lo visten.
 Lleva unos pantalones tres tallas más grandes sostenidos por un cinturón raído, un sobretodo viejo que cubre su cuerpo flaco y en sus pies, unos botines sin cordones.
No me asustan los linyeras; en el fondo, un poco más limpio y con ropa más presentable, yo también lo soy. 

__Ab uno discunt omnes... 

__Perdón? 

__ Es latín, pibe –me dice sin quitarse el cigarrillo de la boca, el humo le nubla la vista.
Sonríe y luego agrega- Es una ampolla en los talones, como esas llagas que te sacan los zapatos nuevos, viste? 

Me mira a los ojos (más allá de mis ojos, creo yo) y continúa su discurso
___No hace falta descalzarse para ver cuan grande son. 
Se sabe que están allí, en carne viva y que dolerán a cada paso que demos.
No digo nada. 
Yo también encendí un cigarrillo y lo fumo lentamente acompañando su monólogo. 

__Te cuento un secreto? 
Cuando tenía tu edad yo también tuve familia y hasta un empleo respetable. Hacía corretajes.
Pero es difícil seguir la farsa cuando nada te llena. Accipere quam facere praestat iniuriam -cita nuevamente en latín y agrega
 -Todo eso es una mentira, un llamado desesperado, el estéril manotón de aquel que se ahoga y presintiendo su horrendo final, intenta aferrarse al aire, buscando asirse de una firmeza inexistente.
Es el grito de terror en medio de la noche, irracional y vano, un alarido preñado por la certeza de saber que nuestra hora está próxima, que nada de lo que hagamos puede cambiar nuestra sensación de vacío.
Tira la colilla y se levanta con dificultad. 
Vuelve a mirarme -esta vez con lástima- para decir sus últimas palabras 

__Y vos, cuánto más vas a aguantar, eh? 
Porque en el fondo también sabés que la estúpida vida es una grotesca puesta en escena.
Lo miro, qué más puedo agregar?
Es cuando lo veo llegar.
Se me acerca y me dice 

__Pibe, tenés un cigarrillo? 

__Son verdes –le digo extendiéndole un mentolado. 

Espero que se siente en el banco a platicarme pero toma el cilindro de tabaco y sigue su camino sin siquiera darme las gracias.

vía: después te explico

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