martes, 23 de agosto de 2011

No dan las cuentas...


Ocho por tres.
Escribo un siete, me llevo tres.
El maestro da un rápido vistazo a la tarea.
Otra vez todas mal, vocifera.

Borro con cuidado, la hoja está a punto de agujerearse.
Suena el timbre y se desencadena un estrépito de sillas.

El maestro abre, el periódico, mientras pronuncia los nombres 
de los que se quedan sin recreo.

Cuando se oye el mío, el trompo Gómez, rodeado de sus compinches,
 me lanza una mirada burlona que no consigue esconder su fastidio:
hoy tendrán que tomarla con otro.

Retomo el cuaderno de cálculo.
Ocho por tres veinticuatro, me llevo dos.

Los rayos de sol, que se filtran a través de la persiana,
dibujan rayas amarillas en la pizarra.

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