martes, 16 de agosto de 2011

Por aquí... manejé yo.


La carretera de la muerte


La ciudad boliviana de La Paz es la capital de un estado
 a mayor altitud del mundo.

 A 3.600 metros sobre el nivel del mar, es también una de las pocas ciudades donde los “barrios altos” están a menor altitud que los “barrios bajos”, 
por razones obvias.

De La Paz parte el Camino a Los Yungas, también conocido como

la carretera de la muerte.

Se trata de un camino de unos ochenta kilómetros, sin asfaltar,
excavado en la roca viva.

En su punto de mayor altitud alcanza los 4.300 metros sobre el nivel del mar.

En muchos de los tramos la anchura de la vía es de apenas tres metros.

Carece de guardarraíles o cualquier tipo de medida de seguridad, y está bordeado en todo su recorrido por barrancos y precipicios de hasta ochocientos metros de alto.

Durante gran parte del año el tiempo es lluvioso, lo que causa desprendimientos y convierte la calzada en una piscina de barro resbaladizo añadiendo más peligro si cabe al recorrido.

Para aumentar la emoción, muchos días hay una niebla espesa como el puré de guisantes, cosa lógica teniendo en cuenta la altitud.

Con esos datos, es más que lógico el mote que recibe la carretera.

En 1995 el Banco Interamericano le otorgó el dudoso honor de
ser la carretera más peligrosa del mundo.

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Un tramo relativamente sencillo de la Carretera de los Yungas

La construcción de la carretera comenzó en los años 30 del siglo pasado, 
y fue realizada por prisioneros paraguayos que habían caído en manos bolivianas durante la Guerra del Chaco.

Durante décadas fue prácticamente la única vía de acceso desde La Paz hacia la zona norte del país, lo que la convirtió en una carretera muy transitada.

Numerosos servicios de autobús recorren la zona, y también lo hacen vehículos pesados de transporte de mercancías.

Lo estrecho del camino hace imposibles los cruces de camiones y autobuses,
por lo que en muchas ocasiones uno de los conductores
(normalmente el que viaja dirección La Paz)
debe dar marcha atrás y cederle el paso al otro vehículo.

En algunos tramos sin visibilidad se sitúan semáforos humanos que indican el paso a los vehículos de uno u otro lado con un enorme cartelón rojo o verde.

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Sobre estas líneas, dos camiones a punto de cruzarse.
A simple vista parece completamente imposible que lo hagan, pero lo consiguen. 

En Bolivia, como en toda Sudamérica y en la mayor parte de Occidente,
 se conduce por la derecha.

El camino a Los Yungas es la excepción.

Debido a las particularidades de la carretera, se debe circular por la izquierda, para dejar el abismo en el lado del conductor y que éste pueda calcular más 
fácilmente el paso, especialmente al cruzarse con otro vehículo.

Medidas como los semáfotos humanos o la conducción por la izquierda facilitan el tráfico, pero no evitan que la siniestralidad
 en la carretera sea altísima.

Cada año se producen decenas de accidentes, que terminan con una media de doscientos muertos anuales.

Decenas de cruces jalonan el camino recordando a los que perecieron allí.

A finales de 2006, tras veinte años de obras, se abrió la moderna carretrera entre La Paz y Coroico, reduciéndose así el tráfico en la carretera original.

A pesar de ello, varias líneas de autobús realizan el recorrido por el antiguo camino, que sigue siendo bastante transitado.

La vieja calzada es también un destino de primer orden para los apasionados de la bicicleta de montaña, especialmente por los sesenta y cuatro kilómetros de descenso ininterrumpido entre el punto más alto del recorrido y Coroico
su final.

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Arriba, un jeep con problemas en una de las partes angostas del recorrido. Debajo, un cruce imposible entre un camión y un vehículo privado.

Obsérvese la pueta del conductor abierta sobre el barranco.

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