jueves, 15 de diciembre de 2011

Aquellos raros...


 Son extraños, por eso los evito.

 Estoy segura que sus dientes no se parten al masticar metal,
 de eso están hechos, eso comen y así se divierten.

 Van por las calles desprovistos de cualquier sentimiento a excepción de la indiferencia.
 Miran de reojo al pobre y al rico. 
Miran de reojo a cualquiera se les cruce por la calle. 
No tienen peluches, no usan alpargatas, son alérgicos a los dulces
 y sólo intercambian palabras cuando de dinero se trata. 

Cada vez que  tosen, cae como pluma una gaviota al mar.
 De noche sus ojos alumbran rojo y no recuerdan haber leído el periódico. Visten de colores metálicos y cuando no están de humor, opacos. 

 Son monosílabos, parpadean porque no soportan el aire que les rodea.
 Se sientan en muebles rojos yuxtapuestos siempre mirando al frente, bloquean sus laterales y empiezan a chispear sus dientes de metal. 

Beben por montones una dosis diaria-eterna de licor.
 Son adictos al encierro. 
Sólo tienen perros para cuidar su dinero.
 Inventaron los códigos.
Continúan la jornada con un poco de música clásica 
mientras preparan la comida para su amada. 

Le sirven el plato lleno de garbanzos con tres pelos negros en el centro, entonces ella sonríe y empiezan a chispear sus dientes.

 Van al trabajo por la mañana con las pupilas dilatadas 
y se ven las rebanadas de nube caer por el espejo retrovisor.

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