domingo, 13 de mayo de 2012

Las microondas asesinas y Hollywood.

Una de las cosas con las que cuentan los malos guionistas de Hollywood para dárnosla con queso es nuestro desconocimiento sobre ciencia.  Reconozco que me pierdo con el ADN, los aminoácidos, los péptidos y los ribosomas, así que cuando sale un científico capaz de convertirse en un duende verde o un hombre araña a base de terapia genética,
 no puedo más que poner cara de bobo y creérmelo todo.
En la serie The Big Bang Theory, los protagonistas están constantemente inmersos en verborrea científica. 
 Hablan de teoría de cuerdas, bosones, materia oscura y demás rarezas.
  Pero tienen a su favor el hecho de que absolutamente todo lo que dicen tiene sentido científico. 
 Hay un profesor de Física que se encarga de ello. 
 No, no soy yo, es David Salzberg, y tiene hasta su propio blog sobre la serie.
Hay otros que, por el contrario, no hacen el menor intento por dar credibilidad a la verborrea científica que sueltan.  
Un buen ejemplo lo tenemos en El Núcleo (The Core).
 En realidad, tenemos ahí un montón de buenos ejemplos. 
 Ya comenté esta película para hablar del momento angular.
 Ahora, vamos a ver algo sobre el campo magnético y las microondas. 
Prepárense para ser sofritos por mis rayos mortales.
La idea subyacente a la película, recuerdo, es la repentina parada del núcleo externo de la Tierra. 
 Dicho núcleo, al estar formado por hierro fundido en rotación,
 produce un campo magnético.  
Si se para, el campo magnético desaparece, la vida en la Tierra se extinguirá, bla, bla.
  Para convencernos de lo terrible que sería la situación,
 juegan con los conceptos de la siguiente forma:

1) El núcleo de la Tierra produce un campo EM (electromagnético)
2) Ese campo nos escuda contra los rayos cósmicos y las microondas
3) Las microondas calientan el agua
4) Conclusión: sin el escudo EM, los microondas asesinos asolarán
 la superficie terrestre.
Parece que está de moda asimilar las microondas a una muerte terrible
 y agónica.
  También en la película 2012 decían que los neutrinos estaban calentando 
el centro de la Tierra "como un microondas."
 A ver quién lo niega, después de haberse quemado la lengua con un tazón de leche demasiado caliente.  
Para sazonar tan apocalíptico razonamiento, los cerebritos de El Núcleo nos muestran lo que supuestamente sucedería en caso de carecer de escudo EM: palomas desorientadas, marcapasos inutilizados, chispazos, ciudades asoladas por la radiación de microondas, supertormentas.
 El científico engolado pronostica: 
Nuestro campo EM nos protege de los vientos solares, que son una mezcla letal de partículas radiactivas y microondas. 
 Cuando ese escudo fracase, las microondas provocarán, literalmente, 
la cocción del planeta.
Terrible, ¿verdad?  Pero no se preocupen, eso no va a suceder.
  Y no será por los desvelos de los terranautas, sino porque el profe de Física ya está con la tarjeta roja levantada.
 El problema fundamental consiste en creerse tres premisas
 que no son ciertas:
- que un campo electromagnético es igual que un campo magnético
- que un campo electromagnético puede bloquearse con un escudo electromagnético
- que los campos EM nos protegen contra radiaciones nocivas
 como las microondas.
Es cierto que la Tierra tiene un campo magnético debido a su rotación, 
y sirve para desviar las partículas cargadas que provienen, 
por ejemplo,del Sol. 
 Esas partículas se encauzan hacia los polos magnéticos del planeta,
 y al chocar con las moléculas de la atmósfera producen ese hermoso fenómeno conocido como aurora boreal. 
Pero esas partículas ni son radiactivas, ni son letales.
  Y, por supuesto, ese campo magnético es totalmente ineficaz contra ondas electromagnéticas de cualquier clase.
En segundo lugar, no existen escudos EM. 
Al menos, no del tipo que se describe en la película.  
Vale, el plomo absorbe los rayos X, un paraguas nos protege contra el sol y una jaula de Faraday puede blindarnos contra los campos de radiofrecuencia.  Pero no hay "escudos electromagnéticos" a estilo Star Trek, 
y menos de microondas.  
Ninguna capa sustentada por campos magnéticos nos protege de nada.  Imagino que los guionistas sabían, o intuían, o leyeron una vez en alguna parte, que la capa de ozono protege contra los rayos ultravioleta. 
 Se trata de un proceso químico: las moléculas de oxígeno absorben esa radiación y se recombinan en moléculas de ozono.
  No tiene absolutamente nada que ver con los campos magnéticos, pero puestos a inventarse tonterías, ¿por qué no lo del escudo EM?
En cuanto a los microondas en sí, sin duda existen dentro del espectro de radiación solar, pero ni de lejos producirán esa cocción que vemos en la película.  El motivo fundamental es que el porcentaje de energía en infrarrojos y microondas provenientes del Sol es muy pequeño.  
Fíjense en este gráfico:


La línea amarilla representa la radiación solar para las diversas longitudes de onda que llega a la atmósfera, y la roja es la que alcanza la superficie terrestre. 
 Como verán, en la zona del visible es donde nuestro astro rey emite la mayor parte de su potencia electromagnética. 
 En el infrarrojo (zona de la derecha), dicha potencia disminuye rápidamente. Véase cómo hay regiones del espectro que son bloqueadas por la atmósfera terrestre. 
 Por ejemplo, en la zona sobre los 1400 nm (nanómetros) apenas hay rojo,
 lo que significa que casi nada de esa radiación llega a la superficie de la Tierra.  Pero eso NO se debe a ningún escudo electromagnético, sino a las moléculas de la atmósfera; en este caso, a las de vapor de agua.
Lo que habitualmente denominamos "microondas" son radiaciones electromagnéticas con una longitud de onda en torno a los milímetros.  
Un milímetro son un millón de nanómetros, así que tendríamos que prolongar esa gráfica muchísimo para ver cuánta radiación de microondas llega a la Tierra, y nos daría una cantidad pequeñísima. 
 El efecto de los hornos microondas, esos que nos calientan la leche en pocos segundos, no se debe tanto a su potencia como a su longitud de onda.  Ciertamente, debe producir energía en cantidad suficiente para que la leche se caliente.  Pero su efectividad se debe a la frecuencia de esos microondas: unos 2,45 GHz, o lo que es lo mismo, una longitud de onda de unos doce centímetros. A esa frecuencia, se produce un fenómeno de resonancia en las moléculas de agua, que les hace absorber esa radiación eficazmente y convertirla en energía cinética; esto es, en calor.
El porcentaje de radiación solar que se recibe en forma de microondas es pequeñísimo, del orden de billonésimas partes respecto a la luz visible.
 Si no fuese así, no podríamos usar nuestros móviles, ya que emiten en frecuencias del rango de las microondas.
 De hecho, los astrofísicos sudan la gota gorda para detectar las microondas.  Tienen que instalar sus aparatos en altas montañas (donde hay poco vapor de agua), o bien lanzar satélites al espacio.
Así que es bueno para nosotros que el Sol emita tan poco en microondas,
 y además la atmósfera terrestre actúa como escudo natural.
 Pero claro, si fuese así la película sería un fiasco.
  Así que se sacan de la manga la ecuación "magnetismo = campo EM = todos cocidos como huevos" para poder justificar los fenómenos que suceden a continuación. 
 Uno de ellos es la destrucción de San Francisco.  
 La escena tiene una alta densidad de tópicos por fotograma. 
 Comienza con el típico hacker adolescente repelente, de esos que te piratean el móvil mirándolo fijamente. 
 Separa la vista del ordenador, mira a su alrededor con ojos de cordero degollado y anuncia que las "microondas invisibles" (¡como si hubiese microondas visibles!) han encontrado una ruptura en los escudos.
Y en efecto, como un rayo mortal romulano, un haz de microondas supuestamente invisibles hace impacto en la atmósfera y perforan un agujero que nos hace exclamar "¡más potencia a los escudos!". 
 Pero el señor Scott está de vacaciones. 
De inmediato, las hojas caen de los árboles y los peces mueren cocidos 
en el agua.  
Como un mensajero del desastre, una columna de agua en ebullición se dirige directamente hacia el Golden Gate. 
 Tan intenso haz de energía provoca quemaduras inmediatas, calienta 
el asfalto hasta reventar los neumáticos de los coches, derrite los gruesos cables del puente y los parte en cuestión de segundos.  
Realmente parece un rayo de la muerte, pero en ningún caso puede ser 
un haz de microondas provenientes del Sol.
Para rematar la faena, fíjense en el insulto final a las leyes de la Física. 
 El Golden Gate es lo que se denomina un puente colgante. 
 La estructura central "cuelga" de un conjunto de cables que se sujetan a dos grandes columnas, una a cada lado del puente. 
 Para evitar que las columnas se comben hacia el centro, otros cables las sujetan a la orilla. 
 La situación es similar a si usted, lector, estuviese tirando de dos cuerdas en sentidos opuestos.
  Está en una situación de equilibrio.  
Pero si una de esas cuerdas se rompiese, tendería a caer hacia la otra cuerda.  Según ese razonamiento, si la zona central del Golden Gate desaparece, la columna tenderá a combarse al extremo opuesto, es decir, hacia la orilla, donde los cables intactos siguen tirando.
  Las columnas tendrían que inclinarse hacia afuera, ¿verdad?
 Pues fíjense en el siguiente fotograma:



Como pueden ver, el vano central del Golden Gate ya no existe, los cables de la derecha deberían tirar de la columna hacia la orilla ... ¡pero la columna se inclina hacia el lado contrario!  

Si ni tan siquiera prestan atención a los detalles más simples

 ¿cómo esperan luego haber hecho una obra maestra?
¡Ah! Una cosa más. 
 El campo magnético terrestre ha aparecido y desaparecido muchas veces
 en la historia de la Tierra.  
 Y no ha pasado nada.
  Ni rayos mortales, ni supertormentas, ni nada.  
Duerman tranquilos.