Él usaba camisa azul a rayas, su silencio no le daba la razón.
Él usaba camisa negra y sus palabras transformaban
paulatinamente la realidad del futuro.
Ambos caminaban pisando el asfalto, uno dubitativo
y el otro usando la sonrisa de los viernes.
Uno se llenaba de historia certera con cada paso, el otro seguía sin encontrar
la fórmula para derribar el ruido acumulado por la incertidumbre.
Ambos recorrían la misma historia y eran provocados por la misma boca,
la misma música y los mismos sentidos acumulados al frente.
Uno pensaba y acumulaba silencio en las manos.
El otro no disimulaba la expresión del rostro.
Al llegar a casa se vieron.
Eran el mismo.
Aquel de camisa a rayas y el otro que usaba negro.
Cada uno pensaban que estaba del lado correcto del espejo.
En aquella escena extraña ambos no dejaban de contemplarse.
Uno cargaba fantasmas, mientras el otro ya no pensaba en variables.
