
¿Y si el tiempo se redujera a besos, a parpadeos, a gotas de vida?
El mundo seguiría siendo una gran crisálida y el hombre su cautiva mariposa.
Pero por fin lograríamos volvernos eternamente efímeros.
Sin necesidad de brújulas exhaustas o de esa cronometrada naturaleza
que tan dueños nos hace sentir.
Vos y yo hablaríamos guiándonos solamente por
el color que van tomando mis manos a medida
que se funden en tu piel acuarelable.