sábado, 9 de febrero de 2013

Fin de la espera...

La esperé durante años. Sabía que, tarde o temprano, 
la vencería la tentación de venir a buscarme. 
Apareció por fin un día lluvioso, de pie frente a mi puerta. 
Tenía la mirada triste, pero su piel aún era blanca y hermosa, como en mis sueños.
 Sentí sus brazos fríos rodeando mi cuerpo y la noté muy delgada, quizás demasiado
 para un hombre corpulento como yo. 
Mi viejo corazón se sacudió con fuerza, pero luego se aplacaron lentamente sus latidos.
 Me dejé invadir por la paz de sus caricias y me fui olvidando de la lluvia,
 de los años pasados y de su espantosa delgadez.
En ese instante, mientras mis ojos soltaban sus últimas lágrimas,
 ella levantó en el aire su guadaña.