
Por fin lo había logrado tras muchos ensayos fallidos.
Sabía que nadie iba a entenderlo, siempre fue tan envidiado...
Su seguridad abrumadora; ese saber estar; esa presencia que anulaba todo a su alrededor; ese ser el centro de la reunión.
Se había sentido sorteado, como si de un premio se tratara, demasiado tiempo.
Aún así, y a pesar de todo, lo había decidido.
Con energía pulsó el interruptor.
Pi-14 abrió los ojos, pestañeó varias veces, en un intento por adaptarse a la brillante luz que penetraba por los ventanales, y luego quedó fija sobre Jones.
–Buenos días, dijo ¿Qué deseas de mí?
(La miró de arriba a abajo, era perfecta, tanto que todo el trabajo y el empeño puesto,
hoy se veían recompensados.
Se le acercó, suavemente pasó sus dedos por la blanca piel.
Escondió su rostro entre su pelo, buscando reconocer su olor; una embriagante mezcla
a maderas de oriente y a jazmín lo inundó.
Lo había elegido especialmente para ella y ella destilaba sus cálidas notas.
Cerró los ojos y la respiró).
–Todo, dijo Jones, mientras se le escapaba una pícara sonrisita.
Ahora tendría quien escuchase su voz más oculta.
Tendría con quien compartir sus días, su noches.
Los silencios dejarían paso a las risas cómplices y la soledad dejaría de oprimir su alma.
Ella le daría todo lo que ninguna otra mujer supo ofrecerle jamás y él se cobijaría
en sus brazos, sintiéndose protegido, amado y sería por fin feliz.
Todo lo feliz que se puede ser junto a una mujer con un corazón de acero inoxidable.