lunes, 1 de abril de 2013

Romances metahumanos... Y nacimos causalmente...


Por fin lo había logrado tras muchos ensayos fallidos. 
Sabía que nadie iba a entenderlo, siempre fue tan envidiado... 
Su seguridad abrumadora; ese saber estar; esa presencia que anulaba todo a su alrededor; ese ser el centro de la reunión. 
Se había sentido sorteado, como si de un premio se tratara, demasiado tiempo. 
Aún así, y a pesar de todo, lo había decidido.

Con energía pulsó el interruptor. 
Pi-14 abrió los ojos, pestañeó varias veces, en un intento por adaptarse a la brillante luz que penetraba por los ventanales, y luego quedó fija sobre  Jones.
   –Buenos días, dijo ¿Qué deseas de mí?    

(La miró de arriba a abajo, era perfecta, tanto que todo el trabajo y el empeño puesto, 
hoy  se veían recompensados.
Se le acercó, suavemente pasó sus dedos por la blanca piel. 
Escondió su rostro entre su pelo, buscando reconocer su olor; una embriagante mezcla 
a maderas de oriente y a jazmín lo inundó. 
Lo había elegido especialmente para ella y ella destilaba sus cálidas notas. 
Cerró los ojos y la respiró).

   –Todo, dijo Jones, mientras se le escapaba una pícara sonrisita.
Ahora tendría quien escuchase su voz más oculta.
 Tendría con quien compartir sus días, su noches.
 Los silencios dejarían paso a las risas cómplices y la soledad dejaría de oprimir su alma.
Ella le daría todo lo que ninguna otra mujer supo ofrecerle jamás y él se cobijaría 
en sus brazos, sintiéndose protegido, amado y sería por fin feliz.

Todo lo feliz que se puede ser junto a una mujer con un corazón de acero inoxidable.