Hace tiempo que el mayordomo conoce que la relación matrimonial de los dueños de la casa
se encuentra en crisis.
Cada noche, los escucha discutir con elevados ánimos durante la cena:
el señor acusa a su mujer de infidelidad, ella lo niega.
Mientras tanto, él llena las copas de vino con un silencio respetuoso, procurando mantener
el pulso firme y la mirada en la botella.
Pocos minutos después, el señor abandona la mesa y se dirige rumbo a su habitación
con un notorio estado de pesadez. Recién ahí, el mayordomo logra relajarse.
La mueca furiosa de la dueña de casa se transforma en una boca ansiosa que lo busca
para besarlo bajo la luz de los candelabros.
Nuevamente el somnífero ha surtido efecto.