- Deberíamos esperar un poco, hasta estar 100% seguros -dijo el Capitán Ghrttsk.
- ¡Pero no estaremos 100% seguros hasta que ataquemos! ¡Es obvio! -replicó el Capitán Tkpplws cambiando de color, exasperado.
El resto de los presentes guardó un silencio respetuoso, aunque expectante.
Tkpplws recuperó la compostura.
Relajó sus tentáculos, enrollándolos bajo el cuerpo, y suavizó la textura de su cabeza.
De espaldas a la mesa, observando el envolvente movimiento de la atmósfera joviana a través del hidrocristal, el General Swdppk consideró sus opciones.
Habían llegado hacía casi un año.
Un año en que otros generales, a veces en sistemas planetarios más grandes y avanzados que éste, habían librado batallas y conquistado (o destruido completamente, en algunos casos) bases, lunas, mundos e incluso una estrella. Mientras tanto él, héroe viejo y venido a menos, se había visto obligado a una precaución diplomática, todo por culpa de un fallo de la División de Inteligencia.
“Son un montón de bárbaros respira-aire”, le habían dicho.
“Ni siquiera han descubierto la fusión fría”. Un objetivo fácil, un regalo para un militar a punto de retirarse. Nada de sorpresas. Una semana o dos, a lo sumo.
“¡Por las burbujas, si hasta usan fuego!”.
Le habían asignado siete destructores. Siete, todo muy simbólico (había perdido un tentáculo en la Guerra Seca). ¿Qué más podría necesitar para hacerse con el control de un planeta pequeño y lejano, sin aliados estelares conocidos?
Swdppk contrajo las ventosas, haciendo estallar la burbuja de coñac que sostenía.
Poco faltó para que expulsara un chorro de tinta, enfurecido como estaba al recordar el momento aciago y sorpresivo, un año antes, en que su Oficial de Comunicaciones le había hablado de Dios.
- ¿Dios? -había preguntado el general-. ¿Quién es Dios?
- Señor -había respondido Hjjkslw, tan nervioso que apenas conseguía mantener estable el color-, todavía no lo sabemos, pero casi la totalidad de la población del objetivo se dirige a él como a un Comandante Supremo.
No hemos podido rastrear aún su ubicación. La triangulación es complicada, porque parece estar en contacto con todo el planeta a la vez, al menos en el hemisferio diurno.
La… la traducción es imprecisa pero… parecen… los habitantes del objetivo parecen estar pidiendo su ayuda.
- ¡Agua salada! -había exclamado Swdppk-. ¿Acaso saben que nos acercamos?
Hjjkslw, por supuesto, no tenía ni idea, y por eso habían pasado meses estudiando la situación, espiando cuidadosamente con sondas enviadas desde la órbita inmediata a Júpiter, rastreando la presencia de Dios, buscando su guarida, calculando sus capacidades.
Un año entero en que habían pasado de la sorpresa (¡hay más de un Dios!) a la paranoia (¡Dios lo ve todo!) al terror (¡es omnipotente!) a la suspicacia (un momento, un momento) a la incredulidad (¡no pueden ser tan tontos!) y a la vergüenza (nos la han pegado).
Algunos de sus subalternos, como Ghrttsk, todavía mantenían una postura cautelosa, aunque el general dudaba de que ninguno de sus pulpos creyera realmente en la existencia de Dios. Sencillamente eran jóvenes y deseaban una victoria rápida y limpia.
Dándose la vuelta y mirando a sus capitanes, el General Swdppk, veterano de mil batallas, dijo:
- Ya hemos esperado bastante. Atacaremos mañana a las 700.
Pueden volver a sus naves.
“Un año esperando y todo acabará en un instante”, pensó. “Por lo menos podré añadir a Dios a mi lista de enemigos vencidos. A tantos Dioses como me apetezca.
Los demás generales no tienen por qué enterarse.”
Apretando un tubo de servicio, hizo brotar otra burbuja de coñac.
“Curiosa cosa, este Dios. El valor táctico es indudable.
No sólo hace cometer estupideces a quienes creen en él, sino también a los que no.