Los televisores se encendían pocas horas y con imágenes en blanco y negro.
La radio estaba presente y era grata compañía.
Los saludos se enviaban con postales y las cartas de amor llegaban desde lejos
y en sobre estampillado.
Hubo un tiempo en que jugar en la calle no implicaba peligro.
Las veredas lucían rayuelas dibujadas con tizas, no era raro ver chicos en cuatro patas
jugando a las figuritas.
El que tenía coche era casi casi un potentado.
Los kilómetros marcaban las distancias y mudarse al extranjero suponía una despedida definitiva.
Hubo un tiempo en que la gente solía hacer visitas por la tarde o los fines de semana y se servía té
con masitas o torta hecha especialmente en casa.
Las noticias llegaban con retraso.
La palabra empeñada era palabra santa y ser deshonesto estaba mal visto.
Hubo un tiempo en que las siestas eran moneda corriente.
Los padres llegaban a casa al mediodía, se almorzaba todos juntos, se descansaba una hora y luego volvían a trabajar en jornada discontinua.
Había médicos de familia, uno sólo trataba y conocía desde el más viejo al más chico.
Hubo un tiempo en que los domingos la gente comía pastas amasadas por la abuela, suficiente para toda la prole que llegaba con sus hijos.
Se festejaba en familia se discutía sin odios y se gritaba en compañía, haciéndose mala sangre
a la hora de los partidos.
Hubo un tiempo en que la luna era tema de enamorados.
Ni se pensaba que era satélite ni menos que un día se la pisaría.
Los tocadiscos portátiles resultaban la novedad.
Amenizaban las fiestas bailables en casa de alguno de la barra,
con la presencia paterna cercana, siempre atenta para controlar.
Recuerdo con mucha nostalgia ese época…no porque haya sido mejor,
sino porque yo era distinta…o igual, pero recién estrenada…
y los sueños estaban intactos, la verdad me parecía una sola
y era una enormidad el tiempo que tenía por delante…
Hubo un tiempo que... neogeminis.