A medida que el vagón penetró en la oscuridad del túnel y el ruido metálico invadió cada poro de su piel, Venecia no pudo evitar recordar el sueño…
Aquella mañana fue la tercera vez que despertó sobresaltada, presa de una agitación cálida.
Un cansancio placentero y una somnolencia que casi rozaba el dolor sujetaba sus caderas, sus piernas estaban dulcemente doloridas, una sensación que la transportó a la tarde en que las abrió por primera vez para un hombre, aquel adusto profesor de psicología. Hacía años de aquella experiencia inaugural, después del baile de bienvenida al Bachillerato, había dormido como un bebé recién nacido hasta que su madre la despertó para que la ayudara a preparar el desayuno.
Mientras trataba de exprimir por completo unas naranjas, casi le lanza a su madre las palabras: “me duelen las piernas, como si hubiera hecho mucho ejercicio”. Por fortuna, había logrado contener las palabras antes de que escaparan de su boca, esa boca que recién había probado por primera vez el sabor de un hombre; y aquellas palabras, que se habían originado en su mente una fracción de segundo antes de recordar las posturas en que su profesor la había colocado apenas unas horas antes, y que tanto hormigueo y cosquillas le habían dejado en sus adolescentes extremidades inferiores.
Un cambio en la aceleración del gusano naranja la sobresaltó y le desmoronó los recuerdos placenteros, ese sueño comenzaba a ser obsesivo, cada vez eran más vívidas las sensaciones y las imágenes del sueño, ella en medio de un salón lleno de niños, ella entusiasmada y contenta dándoles clase a un grupo de niños pequeños, ella gozando con las cristalinas voces de los niños.
Niños que la llamaban con cariño, a los cuales les brillaban sus enormes ojos mientras le jalaban la falda o se apretujaban contra ella… sólo niños, ninguna niña.
El brusco movimiento del transporte la regreso de golpe a la realidad, ya iba tarde para su cita así que decidió muy a su pesar retirar la traviesa mano adolescente que sentía en contacto cálido con su cuerpo.
Venecia debía bajarse en la siguiente estación.