Es cierto que un objeto cualquiera encontrado en la playa o en sus márgenes trae siempre consigo un mensaje de abandono y una apelación a lo pasado y concluido, la refutación final de todo esfuerzo.
Pero por otra parte, fuera de contexto el objeto muestra su significado más profundo: el sillón, la tele y el guante despojados componen una improvisada sala de estar donde los actos de sentarse, mirar, tocar recuperan de algún modo su momento inaugural.
De igual forma, una maleta abierta y vacía entre las dunas puede estar
al final de un viaje o en vísperas de él, contener tanto una invitación
al descanso definitivo como al emprendimiento más urgente.
Todo depende de que el hombre que pasea por esa playa, sin contexto,
sea capaz de advertir su condición de náufrago, y en este caso sienta
la alegría de verse rodeado por lo irreemplazable.