Hoy me habían citado para la rueda de reconocimiento.
Llego pronto a las dependencias policiales.
Aún nervioso, me sitúan delante del cristal.
Detrás, los ocho sospechosos me miran sin verme.
Yo les observo secretamente, me acerco y estudio a mis culpables habituales,
sus gestos, sus pecados grabados en sus rostros; mis padres, mi tutor de escuela, mi confesor, mi vecina la Sra. Socciettá y mi buen amigo Roberto.
Hasta Ella, mi ex está allí para recordarme con su mirada roja con sabor a hierro, porqué había venido.
Y al recordarlo, sin vacilar un instante me identifico.