La felicidad es tan relativa…
Serpentea extremadamente abstracta
entre las palabras comunes.
Aflora en una mesa
o en un bar.
O emerge entre la rutina cotidiana.
Es impredecible,
e inventada.
Yo qué sé,
puede ser “vos-y-yo-y-un-café”
o puede ser la nada misma.
(Una estrelladísima noche, quizás).
Porque como muchas cosas, es fantaseada
y es relativa.
Está condicionada
por lo que creemos que nos hace bien
y lo que nos permite alegrarnos,
sentirnos vivos.
Implicada en mi caso, no por el hecho en sí,
sino por la sensación
subjetiva y soberana
que transporta
el grato momento
llamado “vos-y-yo-y-un-café”.