Una lata de atún espera en la cocina, un celular en la mesa
y una carta debajo de la puerta.
Nada como un día como el de hoy para tomarle el pelo;
verás: atrasar el reloj, mandar mensajes con la lata de atún e intentar abrir el celular con el abrelatas, llevar el sobre a una casa a dos cuadras para que, quizás, al otro día lo devuelvan nuevamente bajo la puerta.
Llamar a mamá y decirle feliz cumpleaños sin que lo sea,
abrir las ventanas de noche y cerrarlas de día.
Contarle al vecino que hoy por ser domingo vas a tomarte el día,
para que el tipo mire raro, quizás sonría, y te aclare “pero hoy es miércoles”.
Preguntar al verdulero qué hace atendiendo, que hoy es feriado,
prestándolo a confusión por el feriado inexistente y someterlo a cuestionamientos de relojes atrasados o adelantados, y no coincidentes.
Una lata de atún espera en la cocina, un celular en la mesa
y una carta debajo de la puerta.
Tristemente, el día va a jugar conmigo, y no viceversa.
Por más que quiera evitarlo, él es el que me toma el pelo a mí,
desactivando mi despertador, adelantando el reloj, cambiando de lugar la lata de atún por el celular en un segundo sin que me dé cuenta
y observándome levantar del piso, en la puerta,
un sobre con el nombre de mi vecino como destinatario.