Según asevera una vetusta teoría, cualquier cosa que se dirige hacia otra a una velocidad determinada, para alcanzarla debe antes recorrer siempre la mitad del espacio existente entre ambas.
Así se infiere pues, que una vez ha recorrido la mitad del trayecto, la siguiente mitad debe a su vez subdividirse en dos mitades la primera de las cuales debe ser recorrida para poder subdividir la subsiguiente.
Como puede intuirse y a modo de corolario, siguiendo este razonamiento, una flecha jamás alcanzará a su blanco ya que siempre debe recorrer antes una mitad, y otra y otra y…
Esto, para matemáticos avezados sería como establecer que el límite superior de la función lanzamiento de flecha cuando ésta tiende al infinito es siempre verbigracia, el ciervo.
La flecha tiende a atravesar su corazón mas nunca llega a él.
Hoy en día, expertos conocedores como somos de los entresijos de la ciencia más pura y abstracta que existe, si hiciéramos una integral de la consabida función, tendríamos como resultado pongamos por caso, a Robin Hood más una variable constante aleatoria a determinar.
En este caso podríamos decir que se trata de Guillermo Tell, que convencido del axioma y animado por un profundo espíritu empírico ha convencido al famoso
e infalible arquero para demostrarle la validez del teorema.
Guillermo espera paciente y confiado junto a un roble con la manzana
o constante aleatoria sobre su cabeza.
Robin tensa fuerte el arco y decidido, apunta la flecha justo al entrecejo de Tell o límite inferior.