V. alzó la mirada hacia M., que sonreía de satisfacción
-Es jaque mate- observó apesadumbrado V.
-Lo sé, -respondió M. de forma jactosa- pero me gusta ver
como te esfuerzas en buscar una salida.
V., resignado, volcó su marfileño Rey Blanco sobre el tablero de cuadros nácar y azabache, mientras un sonido hueco acompañaba
al movimiento en su agónico final.
- No sé cómo no te cansas de perder siempre- se regocijó M.
-Tu objetivo es ganar-replicó V.- El mío simplemente es jugar, porque entre el inicio y el final, las piezas se divierten.
M. observó a V. entre incrédulo y extrañado.
Le costaba entender esa filosofía.
Iniciaron una nueva partida. Muerte siempre acababa,
pero Vida siempre empezaba de nuevo.