Simone es un desertor atípico.
Corre de noche, con su guerrera azul teñida de fango, hacia la trinchera enemiga. Su estrépito le delata.
Es en mitad de la tierra de nadie, sembrada por igual de uniformes azules y verdes color barro, donde Simone se cruza con Armand y su casaca verdosa.
Le oye repetir una palabra ininteligible, pero que suena similar a la que él lleva rato paladeando.
Congelados, frente a frente, aún les da tiempo a sincronizarlas en un mantra mudo —libertà, liberté—, antes de que una bala perdida los entierre por siempre en el lodo de la historia.