viernes, 29 de noviembre de 2013

Sí, aquello era un verdadero circo.


Todas las noches se repetía la escena: el tragafuegos quemaba con sus besos a la mujer barbada; la bella trapecista hacía malabares con los huevos del equilibrista; el domador era sometido por un habilidoso titiritero; el payaso y el ventrílocuo hacían de las suyas con la escapista que no pudo ejercer su oficio; el hombre bala salía disparado y a su vuelo secuestraba a la acróbata que a su vez no podía dejar de pensar en el hombre lobo; el mentalista se saboreaba el futuro que le deparaba la nueva contorsionista; el mago volvía loco al tragasables escondiendo en su sombrero sus herramientas de trabajo…

¿Y yo? Yo parado en un barril para aún así quedar muy por debajo de tu   enigmática vestimenta azul y negra , con la carpa mayor haciendo las veces de cielo estrellado, con el olor a aserrín tatuado en los poros.

 Simplemente dejándome envolver por esas mariposas que me hacían cosquillas y no precisamente en el estómago. Sí, aquello era un verdadero circo.