domingo, 24 de noviembre de 2013

Siete punto cinco...


Habían llegado al matadero y no precisamente como ovejitas. 
Más bien como lobos dispuestos a ejercer su amor semanal entre sábanas que sólo conocían historias como la de ellos.

Pero esta vez era diferente, los dos tenían noticias para compartir pero que decidieron guardarse a modo de after party. 

Él, que su esposa estaba oliendo el rastro y que la cosa iba a tener que enfriarse. Ella, que de tanta calentura su horno iba a dar un fruto.

Las cosas sucedieron como estaba previsto: un beso por aquí,
 una caricia por allá, gemidos por doquier.
 Tan en sincronía pensaban que estaban, que sus egos se inflaron cuando sintieron que el mundo mismo se movía y se estremecía al compás de su pasión.

     - Bueno, al menos alguien murió feliz- decían entre bromas los bomberos encargados de sacar los cuerpos de aquel motel devastado por el terremoto.