-Disculpe...quiero devolver un sueño.
- ¿La razón?, preguntó sin siquiera quitar la mirada de la maraña de papeles apilados en su escritorio
- Me lo destrozaron
-¿Se lo destrozó alguien más o usted lo arruinó? -su tono indiferente y burócrata me hizo querer agarrarlo del cogote ahí mismo.
- ¡NO! primero me lo arrancaron, luego lo mancillaron, lo descuartizaron y no quedó nada más que nostalgia por lo que nunca fue.
- Ajá- me dijo mientras tomaba nota de mi dolor en una vieja máquina de escribir.
Entonces, ¿quiere poner una denuncia en contra de alguien en particular o simplemente denunciar el hecho para que quede constancia en su récord?
- No, ya le dije que quiero devolverlo, completito,
con todos sus accesorios y partes.
- Mire –se bajó los lentes como para verme mejor- no sé si usted sabe o no, bueno…obviamente no, pero los sueños no tienen devolución.
- ¿Cómo que no? ¿Desde cuándo?
- Desde siempre, desde que se crearon los sueños, no se pueden devolver. Los sueños están hechos de un material que no se deshace, de hecho son inquebrantables como el Universo.
-¿Y entonces qué hago?
Mi corazón clama justicia, mi alma está fragmentada y usted sentadote ahí me dice tan tranquilo que no se puede devolver.
-No se aceptan devoluciones, pero sí le puedo dar un cambio.
-¿un cambio de sueño? ¿Y cómo puedo cambiar un sueño por otro?
-Es lo más fácil del mundo. Sonrió con serenidad.
Al sellar mi expediente, el eco se oyó por toda la oficina.
Una inmensa paz me abrazó mientras lo oí gritar
¿Quién sigue?