Con cada nuevo paso se corresponde una nueva fragmentación.
De modo análogo a como tuvo lugar anteriormente, en que de manera engañosa creímos construirnos, el fragmento está presente.
Somos materia y somos materiales.
El alcance de lo que queremos (pretendemos) ser es imaginario.
Los fragmentos siempre nos ponen en nuestro sitio.
Voces, pensamientos, bacterias, células, hálitos, suspiros.
Y a su vez se multiplican y se reducen dentro y fuera de nosotros.
Fragmentarnos es la respuesta. No se cuestiona
(no permite plantearse si hacernos y deshacernos es la cuestión)
Preguntemos siempre a nuestros fragmentos.
Aquellos que nos abandonan y los que llegan.
No hay edificación definitiva. Solo erosión.
En la propia erosión hallaremos la respuesta.
La que nos hará más cautos, más sinceros,
más cercanos a asimilar nuestra precisa pero débil constitución.