martes, 31 de diciembre de 2013

¿Dónde está mi marciano favorito?


Hubo un tiempo en que el sistema solar estuvo lleno de vida.
 Marte era un planeta desierto cubierto de tormentas, cruzado de continuo por reptiles ovíparos inteligentes cabalgando en lagartijas del tamaño de un tractor. 

Venus era un pantano de agua herviente cubierto por junglas espesas, por entre las cuales volaban pterodáctilos grises con puntitos verdes.

 Los venusianos tenían piel metálica, cabezas redondeadas y miradas infantiles, coronados con pequeñas antenas para transmitir código Morse, que zumbaban al generar arcos eléctricos.

El hombre siempre puso sus fantasías en el cielo.
 De más está decir que Marte fue el dios de la guerra y que Venus su amante, la sensual diosa del amor. 
Las constelaciones estaban plagadas de seres importantes para las culturas del mundo. Eran pizarras donde polinesios, nazcas y griegos escribían tortugas, arañas o ese toro estelar llamado Tauro. 
Que decir del mito maya del conejo de la Luna, quien quedara estampado en ella, cabeza abajo, de un golpazo que se le diera como castigo a su crueldad, y que el lector todavía puede observar durante el plenilunio. 

Otros lectores más piadosos en vez de un conejo quizás vean la Virgen y el Niño en esa misma sombra lunar. Lo que importa es que el hombre ha puesto en el cielo su imaginación y fantasía, poblándolo de dioses y portentos.

La idea que Marte y Venus estaban plenas de vida fue común entre los científicos de todo el mundo hasta mediados del siglo XX. 
Los cambios de coloración estacionales que se observaban en esos planetas se atribuían a cambios equivalentes en la vegetación de los mismos. 

Y no solo estamos hablando ideas que aparecían en novelas de ciencia ficción como “Una Princesa de Marte” de Edgar Rice Burroughs o la serie “Lucky Starr” de Isaac Asimov, sino que de especulaciones de astrónomos profesionales.
A fines del siglo XIX, el astrónomo francés Camille Flammarion escribió el libro “Los Mundos Imaginarios” donde especula sobre el tipo de vida que existiría en los planetas y que tuvo una gran influencia en las mentes de su tiempo. 

Un contemporáneo suyo, Percival Lowell, pensó que Marte estaba cubierto de canales artificiales construidos por una laboriosa raza que se negaba a perecer con el cambio climático que secaba al planeta.

Las altas temperaturas y presiones de Venus, comprobadas con las primeras misiones a ese planeta desde Venera I en 1961, demostraron que era un mundo estéril, pero todos creían que Marte si podía vida. 

Sin embargo, después del aterrizaje de la misión Viking I a Marte, el 20 de julio de 1976, el mundo quedó desilusionado al ver que era un planeta estéril. 

Todos los experimentos que se llevaron a bordo a cabo fueron negativos.

Hoy se sabe que Marte tiene agua y los científicos no pierden la esperanza de encontrar en Marte al menos formas virales. 

Quizás les resulta difícil olvidar que los cielos estuvieron otrora llenos de vida.
Cabe preguntarse: 

¿Dónde se escondieron los marcianos?

fuente: tauzero.org