Gardel se despereza de aburrido
y de tanto soñar a la bartola
pone un disco de jazz en la vitrola,
de ritmo sostenido;
cuatro tauras con nombre y apellido,
devotos de Ferrer y de Piazzola,
le baten la canción canyengue y sola
del tango del olvido.
Ordena la catrera del cotorro,
de fiaca frunce el morro
y saca el impermeable del ropero;
afuera llueve mucho y en la pena
de no verse en los ojos de Malena,
decide atravesar el aguacero.
Del libro De diluvios y andenes.