El primer roce enciende la pasión y sacude nuestros cuerpos.
Saboreo nuestra urgencia como un caramelo
y la demoro mientras mi boca dibuja surcos ardientes en tu ombligo,
un límite de besos … .
y la demoro mientras mi boca dibuja surcos ardientes en tu ombligo,
un límite de besos … .
Ahora el deseo me abrasa y me subleva, me detengo un instante más solo
por el placer de escucharte gemir, pedir, exigir.
Tus manos languidecen sobre mi espalda.
Al fin se encuentran las pieles con violencia,
se reconocen definitivamente.
Nuestros gritos dialogan, reclaman, se interrogan, se responden.
Nuestros sudores se mezclan.
El cielo y la tierra se reúnen en lo profundo
de los vientres jadeantes, rogando por ese big bang
que volverá a expandir el universo.
Y llega la paz, el mutuo abrazo nos acuna
y respiramos dulcemente la simple emoción de estar vivos.