No deja de ser preocupante que cuando todos estábamos pendientes del asteroide 2012 DA14, que iba a pasar rozando la Tierra, se nos escapara el meteorito que cayó en Rusia.
Si bien, como asegura Lindsey Johnson – director del proyecto sobre cuerpos cercanos a la tierra de la NASA – no hay ningún objeto de más tamaño de un kilómetro que pueda impactar en la Tierra en los próximos cientos de años, existen otros más pequeños que son también más difíciles de detectar.
Es el caso del meteorito de Rusia. Diminuto en comparación con esos colosales asteroides, explotó con una fuerza equivalente a unas 30 veces la energía liberada por la bomba atómica de Hiroshima.
Aunque no estamos hablando de una catástrofe global, el impacto en superficie de un objeto de estas características arrasaría por completo una ciudad.
Los expertos están comenzando a examinar seriamente el asunto, de hecho, ya hay varios proyectos sobre detección de objetos cósmicos que puedan resultar peligrosos. Sabemos que a lo largo de la historia de nuestro planeta se han producido más colisiones de este tipo.
La más grave, al menos según los últimos estudios, es la que acabó con los dinosaurios hace unos 66 millones de años.
El cráter dejado por aquel gigantesco cuerpo todavía puede observarse en la península mexicana de Yucatán. Otro famoso meteorito – envuelto por el misterio y que se ha llegado incluso a relacionar con el fenómeno Ovni – es el que cayó en la región siberiana de Tunguska.
Es una verdadera suerte que no afectara a ninguna población con su devastadora potencia. Estamos en un universo realmente impredecible.
Por un meteorito los dinosaurios se extinguieron y la evolución continuó, llegando al ser humano.
Otro podría ser el causante de la desaparición
de nuestra especie en un futuro lejano.
¿No resulta terriblemente irónico?