Puntillas blancas y bordadas, y corbatas azules
se arremolinan alrededor de la mesa.
Sopla el viento fuera, es frío, y duele igual que las púas
de los erizos cuando se clavan.
Hay copas de cristal transparente, hay asado y tarta de manzana;
los pasos van y vienen y suben y bajan las escaleras y en la planta alta,
la mujer habla con la niña de ayer, se aferran de la mano y a veces ríen juntas.
El más viejo de todos los comensales tiene tantas arrugas en el rostro que parecen veredas plagadas de pisadas y sus ojos azules son un cielo debajo de la frente.
¿Quien quiere asado?
-Si, con salsa de arándanos, dice él.
El repiqueteo de los cubiertos en los platos y las conversaciones al tiempo, se esparcen por toda la sala rebotando en cada esquina.
La mujer reparte la tarta de manzana y se gira por si la niña sigue ahí.
Vuelven a sonreír.