viernes, 3 de enero de 2014

Con salsa de arándanos...


Puntillas blancas y bordadas, y corbatas azules 
se arremolinan alrededor de la mesa. 
Sopla el viento fuera, es frío, y duele igual que las púas
 de los erizos cuando se clavan. 
Hay copas de cristal transparente, hay asado y tarta de manzana;
los pasos van y vienen y suben y bajan las escaleras y en la planta alta, 
la mujer habla con la niña de ayer, se aferran de la mano y a veces ríen juntas.

 El más viejo de todos los comensales tiene tantas arrugas en el rostro que parecen veredas plagadas de pisadas y sus ojos azules son un cielo debajo de la frente.
 ¿Quien quiere asado? 
-Si,  con salsa de arándanos, dice él. 
El repiqueteo de los cubiertos en los platos y las conversaciones al tiempo, se esparcen por toda la sala rebotando en cada esquina.
 La mujer reparte la tarta de manzana y se gira por si la niña sigue ahí.
 Vuelven a sonreír.